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Crónicas del cielo


En 1964, con la brisa de su amor rendido y tierno, aparece Gidumot, el breve libro que el poeta Juan Cristóbal dio a conocer a sus veintitrés años con una dedicatoria a sus sobrinos. Las prosas del libro, vinculadas a la convivencia familiar, al descubrimiento de la infancia y a la ensoñación feliz del alma, venían acompañadas de insospechados dibujos de Antonio Cisneros y Arturo Corcuera que la edición de 1989 aún conserva. La nueva edición es además un delicado homenaje al recordado Sebastián Salazar Bondy quien, con honestidad y sapiencia, comentó Gidumot apenas aparecido.


***

Quiero ponerte una casita con jardín en el pecho, para que no se te derrame el corazón, para que los rayos del sol se bañen en el violín ardiente de un cuerpo navegando por la estrella secreta de tu cabellera, para que el viento encuentre su morada en la bahía de tus ojos, para que la mano de la primavera extienda su lámpara maravillosa en el éxtasis de la noche y abra el abismo, otoño amando el agua blanca de los espejos.

Así los arroyos correrán tranquilamente por la luna elevada en las canciones, los sueños bailarán como vapores de mar en la copa del alba, el amanecer y su vellón principal entregarán su almendra roja a la tierra olvidada, a las manos heridas, a la voz endurecida, así la lluvia anclará en la espuma dorada de tu vientre.

Vendrá también la nieve agitando sus brazos y sus labios de marfil; la zarpa dura del olor querrá palpar tu corazón, beberlo; la pobreza olvidará su fiesta y vendrá a regocijarse con la nuestra, pero habrá un fuego inocente por la casa con jardín.

Te quiero mucho, tío, lo mejor de mi alma la quiero para ti.


Juan Cristóbal. Gidumot. Crónicas del cielo. 2da edición. Lima: [s.n.], 1989.

 
 
 

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