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El instante donde somos extraños



En los primeros años de la década del 2000, Mi niña veneno en el jardín de las baladas del recuerdo (2004) de Tilsa Otta, surgió como la enigmática parcela de un universo que refrescaba el panorama literario y vinculaba a la autora con la constelación de brillantes jóvenes que en nuestra tradición, desde el aislamiento adolescente, hicieron germinar un mundo personal y un lenguaje particular para expresarlo transgrediendo las retóricas usuales de escritura. Mi niña veneno mostraba textos que Tilsa Otta escribió desde los 14 años a los 18 años de edad, ilustrando cada sección con sus dibujos y editando los textos en un empaque semejante a un diario-cartuchera de páginas interiores blancas y rosadas que incluían además desglosables y un póster.


En su interior, el libro se segmentaba en siete cuadernillos disímiles conformados por poemas, textos narrativos y un pequeño guión de teatro que nos hacían vislumbrar los ritos de desvelo, escritura dispersa y la risa interior encerrada en una habitación. Esta idea de la habitación de la adolescente y ensimismamiento desvariante es constante en el libro como puede verse en “La risa herméticamente cerrada” (2000), el relato en donde un niño, expuesto a lo social, es encerrado por llorar sin motivo en una cisterna hermética donde, como contrapartida, aprende a reír sin motivo apartado del resto y confinado dentro de sí mismo. Esta idea del disfrute del encierro es también frecuente en el imaginario que puebla el jardín que da título al libro, como símbolo del dialogo interior de la niñez expresado en el desvarío de la escritura y como espacio apartado de la inserción social que exige el mundo adulto. Este tránsito vital se refleja también en la composición de sus textos. Estos avanzan entre la frase juvenil desfachatada cuya sintaxis y sentido pueden de pronto quebrarse de forma inesperada y las sentencias grávidas que en su hacinamiento construyen reflexiones enigmáticas destruyendo inesperadamente las líneas de la lógica o generando una lógica propia, pues el mundo juvenil herméticamente cerrado construye a su vez oscuridades misteriosas e inextricables.


La idea de encerrarse en sí misma y el apartarse de la inserción social brinda además una clave del sentido de la recopilación de estos cinco años de escritura entre la edad escolar y el inicio de la edad adulta: la constatación de la pérdida de la inocencia y la consciencia de la muerte que fue adentrándose en el juego de la niñez y la exploración del lenguaje que, como resistencia, afincó su ternura en el humor y el desparpajo.



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Tilsa Otta. Mi niña veneno en el jardín de las baladas del recuerdo (2000-1996). Lima: Álbum del Universo Bakterial, 2004.



 
 
 

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