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Lentos haces de luz


En una reciente entrevista, comentando Geografía inútil (2006), el poeta Luis La Hoz describió a la poesía “como una larga calle”, en donde el poeta sería un caminante receptivo y expuesto a la vibración de luz y sombra que bulle en las gentes y en el contacto con la vida. Con cuánta fuerza esta definición se encauza en su fulgurante y bella plaqueta Los Adolescentes (1987), aparecido, como separata, en la Revista Hueso Húmero Nº 22, e incluido en Oscuro y diamante (1998), en donde una esporádica visión adulta no acalla sino complementa y pule una introspección frágil, rabiosa y encendida caracterizada como propia de la vida adolescente, visión seducida por la agitación y la aventura del murmullo de las calles pero afincada en el sopor del aislamiento.


***

Tengo 15 años y explosiona en mis venas un torbellino

de luces, bocas, peces ondulantes.

Es caliente mi cuerpo. Lanza mariposas que vuelan con colores

fosforescentes a través del día y de la noche.

El día y la noche tienen poco tiempo para mí. Nada es suficiente.

Estoy enardecido aún en sueños. Prefiero las calles, las bocinas

de los autos, los hoteles frente al mar, el olor de las madreselvas

reflejándose en un espejo...


***

Una noche mis sueños fueron lo que nunca habían sido.

Desperté mojado, perdido en la oscuridad, a punto de morir.

Por la ventana pasaban lentos haces de luz,

orquídeas, voces llamando a la provocación.

Qué fue aquello. Aún recuerdo los espasmos y el agua saliendo

como un geiser y la sed y el orgullo en llamas.

Pero también recuerdo una especie de soledad, ahora la entiendo,

recién puedo nombrarla: soledad de taxi perdiéndose en una esquina,

madrugada en silencio y sobre la pista mi nombre transformándose

en otro nombre…


Luis La Hoz. Oscuro y diamante. Lima: Fondo Editorial Banco Central de Reserva del Perú, 1998.

 
 
 

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